Años han pasado y seguimos cultivando el mismo desprecio por nuestros semejantes. A ese crímen habría que sumarle la discriminación, la marginación, el miedo, la paranoia, el afán de dejarle a nuestros hijos la carga misma que nosotros hemos soportado y construido. Somos producto de nuestro medio: de la familia, de la escuela, de la radio y la televisión, de los periódicos, de los amigos que son y fueron como nosotros. Avanzamos a tientas entre ciegos lúcidos (ni siquiera somos el tuerto de ese país), y sordos funcionales.
domingo, 24 de enero de 2010
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